miércoles, 19 de diciembre de 2007

Confesiones de un alma vieja...

Que quede claro:
La vida no da tregua. Pero tampoco tiene la culpa de todo.
Odio los destiempos. Porque indican que el prepararse ante las cosas por venir, es tarea inútil.
Por otro lado, me encanta comprobar esa afirmación cual mantra de vida;
por lo que el odio no es tal, y quizá se vuelva hasta especie de orgullo conocer "ese" secreto, que sabemos unos pocos respecto al mundo y sus normas.

Mi vida en especial, es una inescrupulosa y enrulada montaña rusa.
Así de primera lectura queda fascinante, hasta suena a titulo de best seller.
Pero desde acá dentro no siempre se siente como debería.
Y ojo, que sé muy bien QUÉ debería. Alegrarme de estos anti-llanos, estos contra-lineales, cero chatura; de estas ofrendas de emociones fuertes, que demuestran que la sangre existe en el cuerpo para hacerse valer, fluir, bullir. ¿Y sino para qué?

Pero que también quede claro:
A veces me gustaría que todo ese todo de ese todo que me envuelve a cada hora, sin dar chance de nada más que de seguir el camino de las losas amarillas o perseguir conejos blancos con relojes de bolsillo, fueran atrapados por un abrazo ajeno con aroma familiar y así, susurrándole canciones de cuna, fuera puesto a dormir en un rellano tibio, desbordante de la seguridad que sólo dan los ojos
cuando miran humedecidos desde el pecho hacia fuera.

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