domingo, 19 de diciembre de 2004

Inocentes criminales

Jugábamos a torturarnos con pequeños detalles incoloros; picaduras de abejas le decíamos con simpatía. Un poco para pasar el tiempo, un poco para burlarnos de nosotros mismos. Sin quererlo fuimos filtrando reproches; algunas verdades calladas, varias mentiras inútiles. Un poco para romper lo monótono, un poco para sazonarlo de falsa malicia. Ante esto reaccionamos de modo diferente; a veces callábamos de golpe, otras llorábamos hacia adentro; aunque ninguno cambió las reglas, ni se atrevió a reemplazar el juego. Un poco porque no era tan importante, un poco por ser lo único que nos iba quedando. Y así un día los detalles se tiñeron de negro, las abejas mutaron a enjambre, los silencios fueron recurrentes, las lagrimas cotidianas. Sin embargo ninguno gritó en voz alta, ni abrió las heridas ante el otro, ni se alejó para siempre. Un poco porque ya no quedaba nada que salvar, un poco porque jugar, siempre es divertirse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario