sábado, 19 de diciembre de 2009

Intelectuales y cuentos de hadas

- Universalmente hablando, nadie lleva la perfección en su nariz; pero si se trata de abrir paralelismos entre lo posible y lo que no, quizá pueda emitir opinión sin pecar de mentiroso. ¿No le parece Sr. Oso? - dijo el búho, algo rabioso.
- Pues de seguro no tengo ni el rabo, pero puedo mostrar interés, siempre que no le moleste a Ud. - susurró la comadreja.
- ¡Y yo levanto una queja!- gritó la rana sin patas, tratando de parecer quizá, algo más verde de lo habitual...

Los ojos de Clarita iban y venían por el libro de cuentos que cada viernes sin falta, alguno de los invitados le obsequiaba. De los brillantes y coloridos dibujos de animales a las grandes letras, incomprensibles jeroglíficos para sus cinco años. No le importaba demasiado que del otro lado de la mesa su madre no le prestara atención; sabía que cenar con esa gente tan rara, duraba mucho más rato que cualquier día normal, por eso no protestaba.

Entonces ella jugaba, mezclando lo que escuchaba, a que sabía leer. Y jamás entendió por qué las historias que se inventaba, nunca coincidían después a la hora de ir a la cama con las que mamá le contaba.

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