miércoles, 22 de mayo de 2002

¿Qué mas podía hacer que aferrar en un puño el corazón y obligarse silenciosamente a respirar? ¿Sería consciente del filo de sus palabras?¿notaria el desgarro del alma, a pesar de su inútil esfuerzo por permanecer entera? ¿Que justicia se tomaría en cuenta en este delito tan dulcemente cruel, tan destructivamente comprensible? ¿Acaso llegaría a soportar su mirada hasta el acabar de su letal monólogo?
Y entonces lo advirtió - sumida como estaba en su temblor interno - divisó con claridad los trozos cayendo uno a uno en el vació de su pecho. Pudo escuchar el eco que dejaban a su paso, junto al estruendoso golpe de una puerta al cerrarse; la misma puerta de posibilidades que apenas horas atrás, colmaba de aire fresco su renovado universo.
El obvio impulso de echar a correr la hizo imaginar haciéndolo, pero en círculos enfermizos que solo enardecían su agonía. Aguantó; perpleja ante sus palabras inútiles todo lo que le fue posible.
Pero cuando el nudo se desató en su garganta, y el deseo de gritar furiosamente se tornó real: sus ojos - los de él - vomitaron piadosas lágrimas de inconmensurable tristeza.

Fue en ese momento que entendió que la frustración era mutua, solo que él, sabia mentir mejor que ambos...

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