miércoles, 3 de agosto de 2011

El por qué de los Tsunami...


Anoche me encontraste en un sueño. Tenías otro rostro pero miraban tus ojos, vestías de otra forma pero eran tus brazos los que ceñían mi cintura, hablabas en otro idioma mientras me besaban tus labios. 
Cosas de Orfeo... eso de inventarse desconocidos como envase de los que realmente soñamos, engaño de tinte juguetón que no siempre nos es fácil desenmascarar. 
Pero esta vez no me costó. 
Reconocí tu aroma y al instante busqué tu piel. Pero no era la tibieza que recordaba ni la suavidad bajo mi boca la que se humedecía. Dudando me apreté más a esa figura para respirarla, para sentirla, pero se fue.
Y desperté en la habitación oscura, despejando las imágenes que se diluían. Respiré más fuerte para retenerte, para no perderte entre los sentidos dormidos que volvían a ese sitio donde ya no podía acceder. 
Enorme sorpresa la de entonces encontrarme envuelta por tu verdadera piel. Con tu rostro, tu desnudez, tu aroma, tu ser.

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