Apartó su extasiado cuerpo de su lado para dejarlo caer en el remolino de sabanas; la rojiza melena enredada entibiaba aun su rostro, confundiendo apenas el gusto a libertad conquistado segundos antes. La respiración se hizo espaciada cada vez, hasta recobrar su temida normalidad.
Ella abrió sus ojos y otros la encontraron. Meros espejismos... la única presencia real en la habitación fue su odiada distancia. Consciente de la innecesidad de palabras hasta el alba, dió media vuelta, y se obligó a dormir.
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