viernes, 19 de diciembre de 2003

Noche sin luna

Instintivamente arropó su cuerpo, como lo hacía cada noche durante los últimos tres años; los más felices de su vida, los más penosos a partir de las próximas horas. Besó su frente aun tibia, acomodando su delicada cabeza sobre la almohada de esterilizada blancura.
El agudo dolor que le producía respirar, no hacía mérito de su sufrimiento. Ni un solo pensamiento concreto lograba arrancar su mente y a cambio, lo colmaba el más absoluto vacío, el mismo que desde su nacimiento le habían producido sus mayores temores, vueltos realidad segundos antes.
Se incorporó cautelosamente, cuidando de que nada perturbase el celoso silencio que los envolvía, y observándola por última vez dormir ese sueño de ángeles, se percató de lo que más extrañaría. Ni las cosquillas que le causaba a su sangre el sonido de su risa, ni la suavidad de sus inquietas manitos al acariciar su rostro, ni siquiera el aroma a porvenir que desprendían sus cabellos; no, lo que más lo atormentaba, era la certeza de que su niña de los ojos de la luna, jamás volvería a iluminar su alma con ellos.

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