martes, 19 de diciembre de 2006

El Desamparo

El gato negro saltó de la ventana. Adiós cautiverio. Bienvenida la independencia. Siempre caen parados, pero esta vez iba a zambullirse en un canal frío de un Londres somnoliento. Sus últimos pensamientos fueron mudos, felinos, indescifrables para una mente opaca como la humana.
El tren de medianoche atravesó el Támesis con su cantata de los diablos a cuestas y su imagen reflejándose en el río cual caleidoscopio borroso. Un cigarrillo aun encendido cayó en el agua interrumpiendo el espejo, y la máscara cruda del invierno se posó por un instante en su rostro, que exhalaba en humo el último suspiro de nicotina. Bajó las solapas de su saco y se acercó a la orilla. Los adoquines absorbieron sus sombras; siete extrañas desapariciones, siete pasos hasta el borde y un salto desde el puente. Adiós cautiverio. Bienvenida la muerte. Sus últimos pensamientos fueron mudos, felinos, indescifrables para una mente opaca como la humana.
El viento sopló mas fuerte anunciando su presencia. El que susurra en las tinieblas, el que todos temen cuando temen, el que todos viven una vez y algunos desafortunados toda una vida, subió las solapas de su saco para seguir su recorrido en busca de nuevas almas desesperadas.

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