domingo, 19 de diciembre de 2004

Fue raro... abrir los ojos a la par de una puerta cerrándose. Y así, con el último sueño todavía pegado a las pestañas - en el que paradójicamente estabas vos, caminando en una arena soleada con olor a mar - descubrir tu ausencia bajo mi abrazo y comprender que esos pasos cercanos que amortiguaban silencio, eran menos tuyos que los otros, que se alejaban en busca de un ascensor.
El salto fuera de la cama no sirvió de mucho, porque entre tanta ropa desmayada ninguna remera se hizo presente, y mis ganas de correr a regalarte un ultimo abrazo fueron matadas por la desnudez impúdica, poco apta para pasillos con vecinos.
Ante la frustración cansada, una camisa que seguramente no se dejó ver antes más por picardía que por maldad, asomó su manga y se dejó vestir. Llegué a la ventana confiando en que el tiempo pasaba igual que un caracol sin apuro - cálculos inútiles para una mente con algún retazo de sueño todavía enganchado.
Me encontré con tu diminuta figura ya cruzando la calle y te observé hasta perderte de vista.
Caminabas, silenciosamente para mis ojos tras el vidrio, como hacía un rato para mis ojos cerrados; bajo un cielo también soleado, sin olor a océano pero con la fragancia que trae el recuerdo de una caricia oportuna en una noche tierna, de viento sobre las sabanas y sueños algo despiertos.

Quizá fue mucho más raro... horas posteriores, ya sentada en el subte, sumida en esa interna mudez tan ruidosa para el resto que provoca la música pegada a los oídos, abrir el tan esperado cómic y leer la frase: "Es un sueño decís, No es un sueño responden".

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