miércoles, 19 de noviembre de 2008

Paternal

Es sentir ese miedo de que entonces, sin pensar, la insolencia salga de esta boca que te mira con tristeza, que pide que basta, que no, que ya está. Mirando la tuya que sigue vomitando crítica, desaprobación, enfado; sin sentido, justicia, prudencia, lealtad.
Y los ojos. Ven directo desde el filo que da el poder, sangre, vida, crianza, guía. Todo sobre todo, sobre mi, sobre vos, nosotros. Y esto de ser un hijo amando a un padre que a su vez cuestiona. Y esto de ser un padre amando a un hijo que no logra entender. Como sólo se puede amar a un hijo. Como sólo se puede amar a un padre. Sin esa barrera del ser por ser, mostrar por mostrar, querer por querer. Respeto. Insolente pretexto para ambos en este mar revuelto de tanta vida y tanto ser; sernos; vernos sin ver.
Duele, donde todo esto duele. Dolor visceral carente de tacto. Dolor repetido. Malestar real. Y un sinfín que ya no busca cola ni cabeza. Que ya no busca enlaces ni lazos. Está. Por estar nomás. Girando entre memorias y anhelos. Volcando su molestia en un cuerpo intoxicado de pasado, que quiere respirar sin herir, sin partir, sin dejar atrás. Que quiere respirar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario