viernes, 4 de febrero de 2011

Pequeños pasos

Uno, dos, tres y se detiene. Cuatro, cinco, seis, momento de respirar muy hondo. Siete, ocho, nueve la mano empuja la puerta indicándole que ya no hay vuelta atrás. Con los ojos cerrados y la lengua revuelta entre las muelas de leche llega el diez derecho y el once izquierdo para cruzar el umbral. Las paredes oscuras proyectan sombras gigantes a la luz de tantas velas. Los murmullos se unen hasta formar un colchón en el aire que entorpece los oídos opacando las mentes. Las flores exhalan su perfume adormeciendo los sentidos que claman un descanso. El frío de la sala es inversamente proporcional a la congoja de los presentes y al café que llevan en sus tazas. Doce, trece, catorce, quince, la madera lustrada devuelve el reflejo de su suspiro ciego con párpados apretados. Manos arriba aferradas al borde, puntas de pie y abrir los ojos de a poquito, porque el temor nunca es impaciente. Ella duerme pero no sueña. Las mejillas ya no son blandas para los besos por las mañanas, y sus labios llevan un color artificial que ensombrecería cada sonrisa fresca. Su cabello esta peinado demasiado prolijo para amortiguar abrazos. Y sus manos desnudas del esmalte rosa se avergüenzan pálidas de cada caricia. Sus orejas sin embargo son idénticas a las de siempre y todavía llevan los aritos en forma de margaritas que le compró con su regalo de cumpleaños. Un esfuerzo lo acerca hasta ellas y su ultima charla se convierte en promesa: - “Yo te voy a querer siempre aunque ya no seas igual que antes”. Ella duerme pero no sueña. Y sus oídos sordos ahora sonríen.

2 comentarios:

  1. 2 COMMENTS:
    Jan said...
    Se me enmudece el alma y los ojos se humedecen sin pedirme permiso. Un snif bellísimo.
    MARTES, JUNIO 20, 2006 2:59:00 PM
    Laila said...
    Lo raro es que a mi me pasa lo mismo. No es pedanteria, es autocompasión.
    MARTES, JUNIO 27, 2006 11:13:00 PM

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  2. una vez me sucedió algo parecido...el mundo visto unos cuantos centímetros mas abajo, con la mirada puesta hacia el cielo al cual casi podía sostener con mis manos. Estaba yo ahí, aferrada a la cuerda que agitaba mi globo rojo con tanta fuerza que se deslizó de mis dedos y acabé soltando.
    Estube un rato allí mirando,cada vez mas alto y mas pequeño.
    Ahora lo veo algunas veces cuando por las noches sale junto a las estrellas y brilla con su particular encanto. Algunos dicen que es Marte, pero ya saben mi secreto.

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